VACACIONES FAMILIARES

Resulta que en la nada del campo uno aprende a valorar las pequeñas cosas del día a día.

Seguramente en unos diez años me acuerde lo simple de estos días. El levantarse e ir bajando para encontrarnos en el comedor para desayunar. Desde las ocho hasta las once, religiosamente, el que baja va a calentar el agua para encarar otro termo de mate. Siempre dos mates, el amargo y el dulce. Algunos prefieren el café con leche.

Llegadas las 11 comienza el orden y progreso. Qué se hace. Lograr coincidir entre diez persona suele resultar caótico. Nuestro problema nunca es el qué sino el como. En dos o tres autos, primero almuerzo y después rio. Siempre río.

Volvemos a cargar los termos. El comedor vuelve a ser el lugar de encuentro para salir a la costanera a tomarnos unas pintas al sol. Charla, sobremesa y encaramos al río.

Algunos prefieren la tranquilidad del velero y otros la adrenalina de la lancha.

Uruguay es el destino, playa y sol. Ya por estas horas algunos prefieren seguir con el mate, otros la cerveza.

Música y los más jovenes nos vamos a gastar un par de litros de nafta.

El sol se empieza a poner y resulta la mejor hora para un chapuzon en el río y unas pasaditas de sky.

La vuelta es siempre con música, a veces rock, a veces cumbia.

Volvemos a la playa, ahora si es la hora de los mates.

Nuevamente tenemos que ponernos de acuerdo, qué comemos. El fuego se prende seguro.

Nos dividimos y hacemos las compras.

Nos volvemos a encontrar en el comedor, de a uno nos vamos bañando. Otros se encargan del fuego. A todo esto, en el comedor se disputan unos partiditos de metegol. Aunque algunos prefieren la vuelta nocturna en cuatriciclo, moto o auto. Dá igual el medio de transporte.

A la abuela siempre la van a encontrar en la cocina, cocinando algo o limpiando.

Nos reunimos en el comedor, ahora ya con vino. Una sobremesa con café. Algún tema de conversación creyendonos ecomistas, sociologos o politicos de buena cepa. No, nunca logramos salvar al país pero al menos nos reímos un poco.

Nos saludos, con un beso y nos vamos a los cuartos.

Se escucha algún que otro chiste interno de cuarto a cuarto, risas y el silencio total de la noche.

Se terminó un día y de eso quería contarles. Esas pequeñas cosas que me dejan los días con estas personas, yo los llamo familia. No es toda de sangre, algunos lazos son imaginarios y otros son amigos pero a mi me gusta llamarla: familia.

De aca a diez años, de estos momentos me voy a acordar. De los días en el campo y lo felices que eramos y seguramente no estabamos siendo lo suficientemente conscientes.

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